miércoles, 31 de marzo de 2010
Nick Cave y los libros imposibles
Cuando, en 1991, la por entonces pequeña e independiente editorial valenciana Pre-textos publicó Y el asno vio al ángel, de Nick Cave, tenía una distribución tan deficiente que conseguir el libro a pocos kilómetros, en la muy libresca Barcelona, era una odisea. Convenía tomarse el tren hasta Valencia y, además de disfrutar de su perplejidad barroca, hacerse con el libro allí. En 1991, todavía estaba muy fresca en la memoria la imagen de Nick Cave and the Bad Seeds cantando "I Put A Spell On You" en un antro de Berlín, por entonces Occidental, en uno de los tantos momentos sobrecogedores de El cielo sobre Berlín, de Wim Wenders, película que en España titularon Las alas del deseo, tal vez en temprano homenaje a Pedro Almodóvar, tal vez porque el distribuidor exigió traducir de la versión estadounidense. Nick Cave era, en la película y tal vez en la vida, el verdadero ángel caído y un libro escrito por él, con este título sacado de la historia de Balaam en Nm 22:23, un verdadero objeto de deseo.
Sin embargo, no viajé a Valencia. Y el asno vio al ángel cayó dos años más tarde sobre mi escritorio, regalo de algún colega. Lo leí, finalmente, 1994, en inglés.
Hoy, cuando todos queremos hacer la experiencia de un libro "mejorado", a la cual nos están obligando los fabricantes de dispositivos dedicados, tanto en nuestra calidad de usuarios (ex lectores) como en la de editores, Nick Cave vuelve con la novela The Death of Bunny Munro, editada por Enhanced-Books y disponible en el Apps Store de Apple para su iPhone (y posiblemente, en pocos días, para su iPad). El appBook, que no es lo mismo que un eBook, ofrece, entre sus muchas "mejoras", la voz de Nick Cave leyendo su obra en sincronía con el scrolling del texto; la banda de sonido original del autor en colaboración con Warren Ellis; 11 videos de Nick actuando el texto y otras lindezas que no alcancé a ver. Y no porque el editor del libro esté en una ciudad de provincia y tenga un mal distribuidor, sino porque su peso (casi 1GB) resulta prohibitivo para un 3G, aunque su precio sea razonable.
Cuando Wim Wenders filmó El cielo sobre Berlín, aquel Muro hoy caído no podía ser filmado y tuvieron que recurrir a la arquitectura efímera para la magnífica escena en que Homero lleva al ángel Damiel hasta sus paredes pobladas de graffiti. Sin embargo, los jardines de la creación ven cómo se levantan otros muros a su alrededor, y esos muros hoy se llaman "plataformas propietarias", de las cuales los Store de Apple son tal vez la versión más cruda.
En cuanto a Nick Cave y mi historia editorial, tuvimos un breve encuentro en 1998, cuando desde Muchnik Editores, Bengt y yo publicamos una serie de libros de bolsillo que se llamó La Biblia Laica, en la que cada libro del Libro se publicaba por separado y con el prólogo de un autor contemporáneo que destacara sus virtudes literarias. Cave hizo el prólogo al evangelio de Marcos, que fue su primera lectura del Nuevo Testamento, a recomendación de un pastor que lo veía muy obsesionado con el dios "maníaco y vengativo" veterotestamentario.
Para aquella edición, elegimos una Biblia del Siglo de Oro, la traducida por el jerónimo sevillano Casiodoro de Reina, quien debió dejar la Cartuja de San Isidro del Campo perseguido por la Inquisición y cuya traducción, publicada por primera vez en Basilea, en 1569, debió entrar clandestinamente a tierras de la Corona española, bajo el nombre de Biblia del Oso.
Nick Cave está, en mi imaginario, vinculado con los libros imposibles o difíciles de conseguir y, tengo para mí, que aquellos hombres esforzados que violaron las fronteras con los 400 ejemplares de este magnífico eslabón perdido de la literatura clásica en lengua castellana y desafiaron los castigos de la Inquisición tienen algún parentesco con otros hombres esforzados de hoy, nuestros contemporáneos, los hackers que poco a poco hacen caer los muros que se ciernen sobre la creación humana y a quien algunos llaman "piratas".
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