martes, 17 de noviembre de 2009

Cosas que puedo hacer con un libro (si es de papel)



Al margen de las leyes de copyright, de los usos restringidos que autor y editor han ideado para los libros que hacen juntos, una vez atravesada la barrera de la caja de la librería, con mi ejemplar en la mano, soy libre de:
. leerlo en el tren mientras vuelvo a casa.
. guarecerme de la lluvia inesperada que me atrapó en la estación.
. dejarlo en un rincón de los anaqueles.
. mancharlo con mermelada si lo leo durante el desayuno.
. perderlo en el camino.
. prestárselo a un amigo.
. esconderlo de mis padres.
. esconderlo de mis hijos.
. esconderlo de mi voraz marido que siempre lee lo que compro antes que yo.
. equilibrar la pata de una silla.
. cargarlo de marginalia.
. doblarle las hojas si no tengo a mano un punto de lectura.
. prestárselo a otro amigo.
. perderlo en la biblioteca de un falso amigo.
. adornarlo con un ex libris.
. encender un fuego si un invierno riguroso me encuentra entre los excluidos.
. reelerlo al cabo de los años.
. olerlo.
. releer mis marginalia y reencontrarme con la historia de mi intelecto.
. pasarles el plumero.
. embeberle el lomo con trementina para protegernos de los ácaros.
. usarlo como almohada para una siesta bajo un árbol.
. matar una mosca convirtiéndolo en arma arrojadiza.
. prestarlo a un amigo.
. hacer una escalera para alcanzar otro libro en el anaquel más alto de la biblioteca.
. pavonearme con él en el café literario Malasartes, del barrio de Palermo (o en cualquier otro lugar similar, que abundan en el mundo).
. revenderlo a un librero de lance.
. donarlo a una biblioteca.
. partirlo en dos en un ataque de furia.
. pedirle a un amigo que me lo devuelva.
. encuadernarlo en el curso de manualidades.
. reencontrarlo después de una mudanza.
. secar una hoja entre sus hojas, como hacía mi suegra.
. volver a prestarlo.
. convertirlo en cartón piedra.
. arrugarlo, estrujarlo, plancharle las páginas, arrancarle las páginas, pegarle las páginas, atarlo con una goma, leerlo a la luz de una vela cuando las eléctricas nos dejan sin fluido por desinversión.

Antes de que a la industria editorial le pase lo mismo que a las discográficas, habría que evangelizar a los usuarios --porque ahora "lectores" es una palabra ambigua que se aplica a los dispositivos dedicados-- para que sepan que nada, nada de todo esto es exactamente así con los libros digitales.

2 comentarios:

Mirka dijo...

Llorar encima de el, olerlo cuando es nuevo o viejo, sentir la suavidad de sus paginas hacerte con ellas una cortadita de esas pequeñas pero muy dolorosas...

Mirka dijo...

Llorar encima de el, olerlo cuando es nuevo o viejo, sentir la suavidad de sus paginas hacerte con ellas una cortadita de esas pequeñas pero muy dolorosas...