Hace una eternidad, esto es, en la prehistoria de los libros en la nube, poco antes de que estallara la burbuja punto com, en la intersección del Passeig de Gràcia y Gran Via de les Cortes Catalanes, en la bellísima y añorada ciudad de Barcelona, Catalunya Radio había instalado una tarima durante la feria del libro anticuario y de segunda mano, desde donde transmitían en directo.
Por cosas de la vida y de la globalización, en aquel momento yo representaba, para el imaginario periodístico, las antípodas y el anatema: desde BroadeBooks, en asociación estratégica con Microsoft España y con Overdrive, me encargaba de realizar alianzas con los editores tradicionales para volcar sus fondos a la plataforma propietaria del lector digital de los chicos de Redmond. Esto, sumado a un pasado reciente en la edición tradicional de calidad, motivó una invitación de la radio para una conversación en directo y al aire libre con uno de los libreros anticuarios más representativos de la ciudad.
A las librerías del mundo todavía no había llegado El código Da Vinci, que inauguró el fenómeno de los megabest-sellers que le cambiaron la cara para siempre a la industria editorial, pero ya teníamos a Harry Potter, que era la estrella de los libreros anticuarios, según pude enterarme aquella mañana.
Y ni bien me enteré, manifesté mi sorpresa ante el micrófono, lo que me valió --a mí y a la audiencia-- la más sensata de las explicaciones, que decía así: como los editores españoles no habían creído demasiado en las potencialidades comerciales de una novela juvenil excesivamente británica en argumentos y texturas, la primera edición había sido magra. Se especulaba que estaba entre los 4 mil y los 7 mil ejemplares. El éxito posterior había llevado a reimprimir el libro por cientos de miles de ejemplares, pero como los de la primerísima horneada de las prensas eran pocos, se habían transformado en un bien escaso y, por tanto, deseable. Por entonces, un ejemplar de Harry Potter y la piedra filosofal de esa camada se vendía por arriba de los 800 euros. ¡Y era un libro vivo!
El rifirrafe que deseaba el entrevistador nunca tuvo lugar, porque tanto la editora digital como el librero anticuario coincidimos en que la narrativa --la novela, en particular-- seguiría siendo un placer de los sentidos del cual el ebook nos alejaba. Provocadora, emití el siguiente sintagma:
--En el futuro, los libros tradicionales y los digitales compartirán nuestras apetencias, pero yo a Madame Bovary siempre me la llevaré a la cama.
En lo posible, agrego, en papel ahuesado que haya entrado en máquinas a fibra, con los cuadernillos cosidos a hilo y con ese olor a polvo y humedad que habla de una vida bien vivida.
Librero y entrevistador lanzaron una carcajada de acuerdo.
Y la predicción era, como la de las ventas de Harry Potter, errada.
Henos aquí, con la nube de los libros que se cierne sobre nosotros como se cernía la nube de Zeus sobre Ajax en la batalla, con la certeza de que ¡lo que más se compra en materia de libros digitales es narrativa! Novelas románticas, para más datos. Al menos, eso es lo que ha ocurrido con el Kindle de Amazon, que por ahora se lleva la parte del león.
Al margen de otras consideraciones, tal vez sociológicas, acerca del perfil de los lectores humanos de Kindle, que la lectura de narrativa sea la más popular es una realidad condicionada por la actual tecnología de los lectores digitales, todavía muy rudimentaria para resultar atractiva para otros géneros que, sin embargo, se beneficiarían de su fluidez para la actualización como, por ejemplo, el ensayo académico.
Vivir en medio del cambio hace que se nos disparen las predicciones, porque nadie puede actuar en el presente sin una visión de lo que vendrá. Y lo que vendrá, cuando llega, muchas veces nos prueba equivocados. Y lo que vendrá llega cada vez antes desde que pisamos el acelerador de la globalización y del mundo en red.
Kindle, que hace dos años se comía el mundo y hasta hace nada tenía agarrado por el cuello el negocio del libro digital a gran escala, está a punto de perder el futuro por empecinamiento en una plataforma propietaria que entorpece la razón de ser del mundo de la redes: la interoperatibilidad. Un poco como la lucha titánica entre Mac y los PC, sólo que Kindle ni siquiera puede exhibir ventajas de mayor calidad tecnológica, como pasaba con Apple.
Los editores y otros operadores que han visto siempre con recelo la agresividad de Amazon, en este y otros terrenos, apuestan ahora por epub y Google, único líder de la nube, entra en escena con 1 millón de libros digitalizados que están en el dominio público haciendo explícito su rechazo a elegir dispositivos especiales y plataformas propietarias.
Por ahora, entonces, el presente del futuro del libro digital parece pasar por epub.
A la velocidad que ha adquirido el cambio, tal vez en unos años nos arrepintamos también de este último sintagma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario