miércoles, 16 de junio de 2010

Cuando un libro cobra vida II


I Am In the Air Right Now from Greg Lytle on Vimeo.

El pasado mes de mayo se celebró, en New Jersey, la primera edición de los Moby Awards, organizados por la editorial independiente Melville House Publishing, que tiene la particularidad y el mérito de haber nacido a partir de un blog literario, MobyLives, que todavía mantienen como parte principal de su página corporativa y es una lectura más que recomendable. Los Moby Awards son, de alguna manera, la carta de identidad de una nueva manera de promocionar los libros en redes sociales como YouTube o Vimeo, los booktrailers.

El premio se entrega en varias categorías. I Am In The Air Right Now (que encabeza este post), fruto de una colaboración entre la poeta Katryn Regina y el animador Greg Lytle, resultó vencedor como mejor booktrailer de bajo presupuesto.

El impresionante video producido por el New Zealand Book Council para la promoción de Going West, del autor Maurice Gee, que en diciembre del año pasado me sirvió como excusa para una reflexión sobre la lectura y que parece sacado de una película de Tim Burton, fue elegido el mejor entre los de gran presupuesto.

Aunque no siempre un booktrailer sirve para vender un libro, comparto aquí uno que me hizo ir hasta la librería a comprar el último best-seller de Naomi Klein que, justamente por ser un best-seller, no había entrado en mi lista de deseos: La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre.

 

jueves, 10 de junio de 2010

La hora de todos (o No hay fortuna sin seso)


Estaba un poeta en un corrillo leyendo una canción cultísima, tan atestada de latines y tapida de jerigonzas, tan zabucada de cláusulas, tan cortada de paréntesis, que el auditorio pudiera comulgar de tan en ayunas que estaba. Y aunque el corrillo se había convocado para la presentación de la primera plataforma de distribución de libros digitales en español, al auditorio, porque no sintiera el hambre, se le habían entregado, en limosna, unos bolis de última generación, pero sin el correspondiente libro de notas. Que la incomodidad, como bien notó siglos más tarde el guiri Hemingway, es portentosa fabuladora y la convocatoria iba, justamente, de fábulas y fabulaciones.
Librándonos de males muy mayores, como lo son la piratería senegalesa y la agnóstica y la vocacional, Libranda se presentó en sociedad bajo el palio del DRM, mientras a pocas manzanas, la Audiencia Provincial de Madrid daba otra hora al fallar en firme a favor de los cuatro responsables de CVDGO.com, arrestados en 2005 por denuncia conjunta de Columbia Tri-Star Pictures y la EGEDA, que es a las películas lo que la SGAE y CEDRO son a la música y a los libros. Por no nombrar a la Ministra, que lo es a todos.

El cuento moral de Quevedo con el que empieza este post termina en llamas, porque ante tanta oscuridad del poeta disertante, uno entre la audiencia acerca tanto el cabo de una vela para despejar las tinieblas del discurso que prende fuego a la cuartillas. Y es que hay palabras que no pueden ser claras y tener luz si no las queman.

SUBURBIOS DIGITALES

De uno y otro lado del Atlántico, vivimos en español y el español es una vasta periferia de la ciudad digital, cuyo centro está en la Bolsa de Nueva York, que en las últimas horas ha hecho bajar el precio de las acciones de Amazon a fuerza de inflar el éxito del iPad, maniobra a la que se han prestado desde Publishers Weekly hasta The Motley Fool, incluyendo a algunos gurus del marketing y las redes como Seth Godin. Desde nuestra periferia, el sordo ruido de corceles y de aceros de esta guerra, que poco tiene que ver con los futuros del libro y mucho con el futuro de Internet, suena a fiesta a la que no nos han invitado. Y para sentirnos parte, hemos organizado una juerga con mucho DRM, pocos títulos, ninguna inversión en metadata abundantes (el instrumento de marketing más decisivo para los libros digitales y no los widgets que prometen), y una estrategia centrada en la cadena de valor del paradigma Gutenberg. Esa juerga lleva el nombre de Libranda y los pasacalles tocan con falsa alegría la música del miedo, pasión dominante.


TODOS PIERDEN

1. El librero, porque lo engañan haciéndole creer que su función prescriptora en el nuevo paradigma digital es equivalente a la que le corresponde en el paradigma Gutenberg.

2. El lector, a quien se obliga a un engorroso método de adquisición y descarga capaz de volver tímido al más osado y que debe pagar el precio de una complicada intermediación innecesaria en el paradigma digital.

3. El autor, a quien no se le asegura la correcta difusión de su obra porque no se hace la inversión en metadata enriquecidos que garanticen la visibilidad digital. (Los metadata que Libranda pone a disposición de la cadena de valor no van más allá de la ficha bibliográfica de toda la vida. Los metadata enriquecidos son los que permiten seguir toda la carrera de un autor: todos sus títulos, aunque los haya publicado la competencia, todos sus artículos, todas las entrevistas, todos sus blogs, toda su vida googleable a un clic de distancia).

4. El libro y sus futuros, porque no se le permite a la palabra escrita formar parte de los flujos de información de la sociedad de redes.

Y como los títulos ofrecidos son pocos (apenas 2000, si hay suerte y la canícula, como dijo Jesús Badenes, no estanca la retroconversión este verano), a alguien hay que echarle la culpa. ¿Quién mejor para hacer de malo de la película que los dos superagentes Carmen Balcells y Wylie? Sin embargo, la reticencia que los caracteriza está más que justificada: el 25 %, el 40 %, incluso el 100 % de nada, suma nada. ¿Por qué regalar autores a una inicitiva que no se propone vender los títulos sino retrasar el surgimiento de un paradigma paralelo al de gran escala?

Las palabras construyen mundo, por eso jugamos con ellas y, a veces, se nos escapan de las manos. En inglés, las empresas tienen "misiones"; en español, "vocaciones", un campo semántico ligado a las religiones, como las "ventanas de oportunidad" pertenecen al campo semántico de los ejércitos. Jesús Badenes estuvo particularmente locuaz en la presentación de esta juerga llamada Libranda y puso las palabras en orden muy significativo: la vocación de Libranda es no ganar dinero. Cuando un empresario hace profesión pública de una vocación no lucrativa, es momento de ponerse suspicaz y acercar el cabo de la vela a las cuartillas de su discurso, porque estamos ante una aberración o a una jugada veladora de la musa.

Y los editores, entonces, ¿también pierden?

¿O habrá querido decir Badenes que el dejar las cosas tal y como están, el retrasar la llegada de un nuevo paradigma que puede convivir perfectamente con el papel pero los asusta, vale para todos esos editores la friolera de 2 millones de euros? Obviamente, hay mucho en juego. Pero no es el libro digital quien amenaza la cadena de valor de la lógica Gutenberg: es la misma economía de escala que estos tres grandes conglomerados le han impuesto a libreros, autores y lectores, para seguir disfrutando no solo del control sino de los márgenes inconfesables que el efecto longtail les acarrea.

No, en estos términos, la llegada de Libranda no es una buena noticia. Pero a todos nos tocará la hora.