Ejemplar de Players, de Don De Lillo, perteneciente a David Foster Wallace. Universidad de Texas en Austin. |
Sin embargo, el programa Kindle Owner Lending de Amazon marca un giro copernicano en la cadena de valor del libro. Porque a lo que Amazon le pone precio es a las notas, subrayados, garabatos y caprichos del lector. Lo que se precia y aprecia es la permanente negociación con el texto que implica la lectura activa, donde el "margen de sentido" se produce en un lugar intermedio entre el emisor (autor) y el receptor (lector). Este espacio marginal, que hemos dado en llamar marginalia, tiene su punto de sustento entre lo privado y lo público, y que se inclina hacia uno u otro lado del fiel según quién sea el dueño del libro. Es la esencia de la lectura social, donde la intersubjetividad de la interlocución permite la reproducción del sujeto lector en su reflejo del otro, del que ha escrito el texto.
Esta práctica social de reproducción reflexiva del sujeto en tanto productor de sentido es tan vieja como la lectura. Todas las novedades en materia de lectura digital van por este camino, los ingenieros empiezan a entender: desde la plataforma Copia hasta la lectura social propuesta por Kobo; desde 24 Symbols hasta la mimada (en exceso) startup Small Demons.
Pero solo Jeff Bezos --el gran innovador-- ha pensado que es esa experiencia de sí mismo por la que el lector está dispuesto a pagar. Porque Bezos ha descubierto que la "experiencia de lectura" no es una experiencia sensible a enriquecer con videos y enlaces mil, sino una actividad productiva. Y nadie renuncia a su propia (re) producción.
No voy a entrar aquí en análisis acerca de la viabilidad de la propuesta, ni de los contratos que la limitarán, ni del coqueteo permanente de Amazon desde los bordes de la legalidad, ni de las reacciones de otros colectivos comprometidos (autores, agentes, editoriales). Se ha escrito mucho y muy bueno en estos días al respecto. Tampoco entraré en las connotaciones éticas de esta decisión inconsulta de Amazon con respecto a su proveedores de contenidos.
Solo señalar que si de fractura de modelos se trata, de cambios de paradigma, de llevar las fronteras a sitios que el dinero todavía no había conquistado, este es el puntapié inicial de un nuevo juego. Y que como el genio puede ser tanto benigno como maligno, habrá que reconocer la genialidad de Bezos en esta movida.
CÓMO FUNCIONA
Esto no va de streaming. Mejor dicho, el streaming es apenas una modalidad que habilita el reconocimiento del valor económico del aporte productivo del lector.
Esto no es un Netflix ni un Spotify de los libros. Esto es convertir al lector en el centro de un nuevo sistema planetario. Porque si bien ser miembro del programa Prime permite a los usuarios de Amazon ver películas y escuchar música gratuitamente, después del abono de una suscripción anual de 79 dólares, pensada en un principio solo para el despacho gratuito de bienes analógicos, Kindle Owner Lending tiene una cláusula especial.
Si eres miembro de Prime y dueño de un Kindle, tienes derecho a leer 12 títulos gratuitamente a lo largo del año, casi el doble de lo que consume el lector medio estadounidense. Ahora bien, si te has entregado a la lectura realmente gozosa, esa que te lleva a subrayar, a anotar tus pensamientos más locos, tus desavenecencias con ese ausente que es el autor, tus puntos de acuerdo, las relaciones que has descubierto con otros corpus de texto, si eres un lector "de verdad", solo podrás recuperar tu producción de sentido --que ha quedado bien guardada detrás de las puertas de la nube de Amazon-- si pagas por el libro su precio de mercado. Esto es, si te conviertes en su propietario.
Cuando escribía en FutureBooks que no todos los contenidos digitales ofrecen la misma experiencia de consumo online y me mostraba escéptica sobre un Spotify de los libros, no imaginaba que Bezos ya había descubierto la especificidad de la lectura, ni que la incorporaría a un modelo de negocio que tiene por objetivo la disrupción de su mismísima empresa, antes de que sean otros quienes lo hagan.
La iniciatia apunta a que el ecosistema de Amazon se vuelva aun más cerrado, más autosuficiente. Las armas: Silk, Prime y Fire (que es la ventana al catálogo de Sears & Roebuck desmaterializado). La relación de intimidad entre la nube de Amazon y la función productiva del lector deja a todos los demás actores fuera. Autores y editores solo son dueños de la excusa que permite esa productividad.
¿No sería hora de que nos pusiéramos las pilas y empezáramos a pensar con libertad en nuestro futuro?
*Esta información está tomada del boletín de pago Publishers Lunch de Luxe, de Cader Books. Me disculpo por no poder ofrecer un link a ella.
3 comentarios:
Buenísimo el post y tremenda la situación para todos los participantes de esa danza general de la muerte que presenciamos a diario, esforzándose en la única causa que les resta a estas alturas, simplemente no ser el primero en morir. Tremendo.
¿no entendí bien la nota, se trata de que amazon va a sacar informacion de mi marginalia?
De hecho, Amazon acumula y analiza todos los datos que tu actividad lectora produce desde el momento en que abres un libro en el Kindle. Las notas al margen; los subrayados; tu cansancio o aburrimiento, cuando la velocidad con la que pasas página disminuye; tus gustos, cuando abandonas un libro en la mitad y no vuelves a abrirlo o cuando terminas de leerlo en tiempo record. Esa es la esencia de la lectura digital cuando se hace en sistemas cerrados propietarios a los cuales, además, se les ha agregado la protección de un DRM.
Lo que se cuenta en este post es una modalidad de comercialización que aprovecha esas características del sistema cerrado. Amazon te "presta" gratuitamente 12 títulos al año si eres miembro premium, pero si quieres recuperar tus notas y subrayados, tienes que comprar el libro a precio de lista.
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